Cerebro y neuroderechos

Esta misma mañana he recibido varios mensajes de distinta procedencia, pero convergentes en lo esencial.

Por un lado, una entrevista con el neurobiólogo madrileño Rafael Yuste en el número correspondiente a enero de UNESCO Courier, en el que alerta sobre la necesidad de establecer un marco internacional que regule las investigaciones cerebrales y las aplicaciones neurotecnológicas. Desde la NeuroRights Foundation, que preside, Yuste alerta de los riesgos de una nerotecnología sin control que ponga en riesgo nuestra privacidad mental; nuestra propia identidad, ya que la conciencia está generada por el cerebro y no debe ser manipulada; nuestro derecho al libre albedrío; o el derecho a la protección del pensamiento frente a la tecnología cerebral invasiva, como es el caso de los implantes cerebrales. Su mensaje no puede ser más directo: “Actuemos antes de que sea demasiado tarde”.

Por otro lado, y ya es coincidencia, un par de artículos, uno de Expansión y otro de Computer Hoy (CH), que se hacen eco de una comunicación de Neuralink, una empresa de Elon Musk que desarrolla interfaces para conectar el cerebro humano a cualquier dispositivo digital. En este sentido, el titular de CH es bien elocuente: “Elon Musk comienza los ensayos para implantar un chip en el cerebro que permita guardar y reproducir recuerdos”.

Rafael Yuste, profesor de la universidad de Columbia y uno de los principales promotores de la iniciativa BRAIN, impulsada por la administración Obama, conoce de primera mano las limitaciones en nuestro conocimiento del cerebro, pero también lo avanzadas que se encuentran las tecnologías para el descifrado de la actividad neuronal, a las que seguirán, no mucho más tarde, las tecnologías para su modificación.



El neurobiólogo Rafael Yuste (Wikimedia).

Argumenta Yuste que ya se han hecho algunos experimentos de modificación de recuerdos en ratones, lo que abre la puerta, en un futuro no lejano, a decodificar la actividad cerebral humana subconsciente. “Lo que podemos hacer en ratones hoy, lo podemos hacer en humanos mañana”, afirma.

Estas técnicas pueden cambiar el comportamiento y la propia conciencia, que nos hace humanos. De ahí la urgencia de proteger el cerebro humano a través del desarrollo de lo que llama neuroderechos, porque se trata de un problema de derechos humanos. “El núcleo de nuestra humanidad es nuestra capacidad mental, nuestra mente, sostiene Yuste. Cualquier tecnología que parchee el tejido que genera esas habilidades mentales y cognitivas tendrá un impacto en el centro de nosotros mismos, nuestra humanidad.”

Neuralink defiende que sus interfaces cerebro-computadora ayudarán a resolver problemas médicos relacionados con lesiones en la médula espinal, y las pérdidas de visión y de audición. Su implante “Link” ya ha sido probado con monos y con cerdos (como se aprecia en el vídeo), y ahora quiere iniciar ensayos clínicos con humanos.


Enlace a vídeo de CÑN que muestra a cerdos implantados con el microchip de Neuralink.

Link, un microchip que se implanta quirúrgicamente en la cabeza, permitirá realizar tareas como manejar máquinas y controlar el ordenador o el teléfono; pero Musk quiere ir más lejos y asegura que más adelante se podrá enviar sonido directamente al cerebro, prescindiendo de los auriculares, e incluso mejorar las habilidades cognitivas a través de la modificación de los niveles hormonales.

Como vemos, estas neurotecnologías son potencialmente capaces de descifrar el cerebro y de modificarlo, es decir, de alterar la esencia del ser humano, y por ello es necesaio anticiparse a los problemas éticos que inevitablemente surgirán a medida que se desarrollen.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Marie-Anne Paulze: De “esposa de” a madre de la química

La saga Bernoulli: el "Falcon Crest" de las matemáticas